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jueves, 20 de abril de 2017

Las fuentes de Granada... ¿Habéis sentido en la noche de estrellas perfumada algo más doloroso que su triste gemido? Todo reposa en vago encantamiento en la plata fluida de la luna. Entre el olor a nardos que se aspira en el viento la frescura del agua es como una mano que refrescase la sien calenturienta. El agua es como el alma de la ciudad. Vigila su sueño, y al oído del silencio le cuenta las leyendas que viven a pesar del olvido. Y bajo las estrellas de la noche tranquila tiene palpitaciones de corazón herido. La voz del agua es santa! Quien la profunda música de su acento adivina comprenderá algún día la palabra divina. El agua es guzla donde Dios sus misterios canta. Las fuentes de Granada... ¿Habéis sentido en la noche de estrellas perfumada algo más doloroso que su triste gemido? Una, gorgoteante, suspira entre las flores de un carmen, esperando una mano de ensueño que abra a la blanca luna sus claros surtidores para dar a la noche sus diamantes de sueño, y mientras, sobre el mármol, una a una, desgrana las perlas de sus ricos collares de sultana. Algunas se despeñan con ecos de torrente y entre las alamedas descienden rumorosas, arrastrando en el vivo fulgor de su corriente, en féretros de espumas, cadáveres de rosas. Otra, por las paredes resbala lentamente y entre las verdes hiedras lagrimear se siente, como si poco a poco, por una estrecha herida, se fuese desangrando hasta quedar sin vida. Las hay ciegas, y en ellas llora toda la móvil plata de las estrellas. Hay en el aire tanta humedad que da frío... La noche un fresco aroma acuático deslíe... El agua llora, gime, suspira, canta y ríe, y, dominando el gárrulo y eterno murmurio se oyen plañir las roncas serenatas del río. La sangre de Granada corre por esas fuentes, y en el hondo misterio de las noches serenas, al escuchar sus músicas sobre los viejos puentes, la sentimos que corre también por nuestras venas. Aduerme nuestro espíritu su musical encanto, bebemos el ensueño de sus respiraciones, penetra hasta la carne en lentas filtraciones y huye por nuestros ojos en un furtivo llanto. Las fuentes de Granada... ¿Habéis sentido en la noche de estrellas perfumada algo más doloroso que su triste gemido? F. Villaespesa









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